viernes, 28 de agosto de 2009

Señora Experiencia

Hay tres cosas de las que puedo hablar en el amor. Todas forman parte de mi experiencia, como dijo el escritor Oscar Wilde “La experiencia no tiene valor ético alguno, es simplemente el nombre que le damos a nuestros errores” y en esta situación pues creo que el enunciado es más que preciso. Hace poco, poquísimo, he salido de una relación bastante corta y muy complicada. Con ella he logrado concluir el último punto del que voy a hablar en este texto, para mí es importante, espero que alguien lo considere. El pasarlo por alto trae consecuencias: buenas para la “experiencia” pero dolorosas para el corazón.

Pues comienzo ahora por el principio. Existen relaciones de todo tipo, de eso, ni hablar; pero existen muchas en el mundo en las que uno da más que el otro, un clásico ¿no? Pues hay una cosa que no se considera en ese tipo de relaciones. Nadie más que el protagonista puede describir lo bien que se siente el dar todo por su relación, nadie se ilusiona, ni disfruta más que él la dulce responsabilidad que siente al ser el encargado de mantener su amor. Esa persona se afirma dueña del mundo, pues cree tener todo listo, ya que el otro lado de la relación se limita a dejar que uno solo conduzca las situaciones. Ese es el lado aparente del romance, lo que el enamorado y el que recibe amor dejan ver. Qué felicidad abunda al generador de amor, al fabricador de situaciones románticas, más fríamente: al que ruega que lo amen. Pero ¿Qué ronda por la mente del que recibe todo este amor?, ¿Qué pasa si no da nada por conservar lo que ya tiene ganado? Esta persona se convierte en un contenedor, lo van llenando y él no hace nada por satisfacer a la otra persona, porque el otro es feliz siendo un esclavo de sí mismo. Lo que finalmente ocurrirá es que el señor contenedor se llenará y se desbordará de un amor excesivo que no buscó, se aburrirá y terminará marchándose. Por otro lado, el señor Yo y mi esclavizante amor se quedará solo y sin nadie a quien entregar todo el amor que creó, porque se ha esclavizado a una sola persona. Solo el tiempo lo curará y es más que seguro, que pasará por una etapa de búsqueda desesperada a su contenedor que decidió abandonarlo. Podemos decir ahora: no ames más de lo que aparentan amarte, no hagas más de lo que pretenden hacer por ti, no te esclavices porque al hacerlo cambias y el que se interesó en ti, dejará de verte como al inicio.

Otro caso peculiar y, a diferencia del primero, muy satírico, es el tema de los ex, sí, las exparejas. Hablaremos ahora del desgaste de una relación. Qué doloroso es pasar por ese escenario, realmente acá predomina el dicho “Más vale malo conocido que bueno por conocer”. Pues eso es lo que ronda por la mente de los que deciden volver una y otra vez con las personas con quienes aseguraron no volver jamás. Siempre tenemos un amigo o amiga que pasa por esa situación, no existe alguien que no haya visto o sido protagonista de ese masoquismo mutuo. Antes yo tenía una hipótesis, ahora se ha convertido (para mí) en una teoría digna de considerar siempre que sea necesario: No debes volver con un ex; si las cosas no funcionaron una vez, no creas que “la experiencia” los hará compatibles en una “nueva oportunidad”. Puede ser una postura un poco tajante, pero es teoría aplicable sobretodo cuando las personas ya se dieron su otra oportunidad y nuevamente se separaron. Lo que ocurre al final en este tipo de casos es que la, inicialmente, dulce relación amorosa se torna un campo de batalla, por decirlo de un modo más explícito: ¿Quién logra herir al otro primero? Y no se exagera. Cuando las cosas se han desgastado de eso modo, ya se vive en un punto en el que ambos han sufrido independientemente por la misma persona, por la misma relación de siempre. Lo más hilarante en este proceso es que nadie nota que busca herir al otro, se cree estar buscando la felicidad, se cree estar superando todas las barreras que les pone la vida, y se ignora por completo el hecho de que entran en una competencia llamada “¿Quién sale más herido?" Tener en cuenta, entonces, que no vale la pena maltratarse una y otra vez con alguien con quien antes no funcionó; sabemos, ahora, que es un juego peligroso y doloroso en el que más de uno termina lastimado.

Para terminar mi parloteo y cerrar este comentario, que más me sabe a discurso, lanzaré el tercer tema a tratar: Las personas que de un modo extraño te atraen inquietantemente. Pues es un tema muy ramificado, yo lo abordaré desde el punto que inicialmente quise mencionar, pero hago la acotación para tener en cuenta el cómo se puede llegar a estas situaciones. Lo que se quiere resaltar en este párrafo es la relación a la que yo he denominado “La relación por cucharitas” porque ese es el ritmo de su funcionamiento. Y a qué se alude con esto, pues existen situaciones dentro de los romances que son bastante fastidiosas, pero que son, digamos “pasadas por alto” por el motivo de fuerza mayor llamado amor o ilusión, dependiendo el caso. ¿Qué sucede? Nos encanta compartir momentos con esa persona, sentimos que nadie más en el mundo puede experimentar las sensaciones que pasan dichosamente por nuestras existencias, uno se siente impropio de los elementos terrenales, solo por estar junto a esa persona que se va convirtiendo en el único universo visible. El único problema con nuestro mundo para dos es que nuestra pareja no da indicios de querer mostrar lo que es fuera de la relación, o sea, estás solo con lo que él es contigo, con la imagen que posiblemente se cree para compartir contigo. Tú eres feliz, lo disfrutas y lo adoras cada vez más, pero vienen las preguntas ¿Con quién estas?, ¿realmente estas con alguien?, ¿ese alguien existe? No puedes pensar en tener una relación amorosa con alguien que, por el motivo que sea, no pretende mostrarte lo que es, porque tú si estas dispuesto a hacerlo, tú esperas con ansias el momento de entregar tu vida a esa persona y que esa persona la reconozca y adquiera como propia, pero nuevamente me refiero al súper héroe que no puede aspirar a llevar solo la relación. Cuando se presenta este caso, lo más triste es el diagnóstico: nunca pudo concretarse un amor. Y es cierto. Aunque cueste aceptarlo, no amas a alguien que nunca se dejó conocer y tú no puedes presentarte por completo ante alguien que no sabes quien es.

Son los tres casos expuestos en estas líneas, todos extraídos de la vida del autor. Se ha intentado hacer la presentación de los temas de manera que no suenen a biografía. Las líneas aspiran más a ser sustento de algún manual de relaciones amorosas, de esa peligrosa y muchas veces traicionera jungla en la que varios, casi todos los humanos, decidimos aventurarnos en algún momento de nuestras escabrosas vidas.